En la monumental polémica que se ha generado a causa de la detención de dos titiriteros que supuestamente habían hecho apología de la violencia y del terrorismo (entre otras cosas) y su encarcelación durante cinco días, amén de las medidas que se les han impuesto tras su paso por el calabozo, una de las cosas que más nos ha sorprendido en Papel en Blanco es el fenomenal olvido (o desconocimiento) de lo que son las marionetas de guiñol o "títeres de cachiporra", como habitualmente se les llama. Por eso hemos pensado que no estaría de más dar unos breves apuntes sobre lo que significa este tipo de teatro.
Títeres de cachiporra es el nombre popular con el que se conoce en España a los muñecos de guante del teatro de guiñol. Sus antepasados los encontramos en la Commedia dell'arte italiana o en la tradición francesa e inglesa, encarnadas respectivamente en los personajes de Pulcinella, Guignol y Mr. Punch. El origen del nombre radica en la porra o cachiporra con la que el protagonista de las historias suele defenderse o atacar a sus contrincantes en escena.
El poeta Federico García Lorca, también conocido por su obra dramática, fue el primero que dio valor literario a este tipo de teatro de marionetas con su obra 'El retablillo de Don Cristóbal', recuperando la figura de Cristóbal Polichinela, Cristobica o don Cristobita. Lorca siempre tuvo mucho apego a las formas tradicionales de la lírica y en esta forma de teatro, arraigada popularmente el poeta vio la fibra auténtica que convertía la representación en una irreverente subversión dramática de la sociedad.
El argumento de las obras de títeres de cachiporra suele ser sencillo, atávico e infantil, y es habitual en ellas el uso de la violencia física: una buena paliza, varias persecuciones a garrotazo limpio o gran cachiporrazo final que deja inconsciente al malo de turno. En el guiñol francés, por ejemplo, los malos de la historia suelen ser el juez y el gendarme: la representación termina siempre con los garrotazos que Guignol y sus compañeros a dan los representantes de la ley y el orden, para deleite del público.
Por lo que respecta a la versión inglesa, el argumento suele representar las aventuras y desventuras de un personaje (Punch) simple, pobre y atrevido que, sin atender a códigos de honor, lucha contra poderosos y explotadores, convirtiéndose así en héroe de un público popular en general e infantil en particular. Entre sus grandes hazañas están ahorcar a un policía, montar en cocodrilo o aporrear a todo el mundo, especialmente a su mujer. Artífice de los asesinatos más grotescos y esperpénticos que se puedan imaginar, la violencia de sus representaciones ha ocasionado que se prohibiera en varias etapas de la historia inglesa.
Esta tradición ha pervivido durante siglos e incluso tuvieron su reelaboración contemporánea en los años 80 con el programa británico 'Spitting Image', un programa de televisión británico, consistente en sketches satíricos protagonizados por marionetas de políticos y otros personajes; que se replicaron luego en la televisión francesa y española ('Las noticias del guiñol') en los años 90 y principios de los 2000. En todos los casos se caracterizaban por su humor irreverente y su demoledora sátira, empezando por la caricaturización de rasgos como por la hiperbolización de comportamientos.
La emisión de estos programas no estuvo exenta de polémica. Una de las últimas estuvo protagonizada por los muñecos de la versión gala: en uno de los sketches emitidos en Francia, se insinuaba que las victorias deportivas de algunos deportistas españoles, entre ellos el tenista Rafael Nadal, habían sido gracias al doping.
A poco que uno se fije en lo que hemos dicho hasta ahora, verá que el espectáculo de títeres es un tipo de teatro mordaz, satírico, violento y políticamente incorrecto. Así consta en la tradición de este género, y parece que hoy, cuando alegremente se ha defendido la libertad de expresión en asuntos tan espinosos como el de la revista víctima de atentados terroristas 'Charlie Hebdo', se olvida para el caso de estos titiriteros. Alguien podrá aducir que legitimar este género sólo por su tradición sería hipócrita si no se hace también con otras "tradiciones" polémicas, como la fiesta de los toros o algunas otras en las que diversos animales son maltratados. La diferencia estriba, precisamente, en poder discernir aquello que es la realidad con la ficción que supone una obra de teatro.
Imagen del transcurso de la polémica obra de teatro.
Se ha acusado a estos actores de enaltecimiento del terrorismo por un un cartel con la frase 'Gora ALKA-ETA' que aparece en un momento dado de la obra. "Ese cartel lo ponen precisamente para que la bruja punki que es su protagonista pueda ser acusada de terrorista en la obra. Es increíble que acaben en la cárcel precisamente por una denuncia que están haciendo", afirmaba en 'Diagonal' el profesor Adolfo Ayuso, especialista en teatro de títeres.
La detención y encarcelamiento durante cinco días de estos titiriteros no responde más que a la visión obtusa de quien no puede distinguir entre realidad y ficción, entre vida y arte. La apología necesita de un discurso con una intención directa y clara sobre las ideas enaltecidas, sin ambages ni dobles lecturas, y está claro, al menos por todas las informaciones vertidas hasta ahora, que no era el caso. ¿Era una obra incómoda, no adecuada para los políticamente correctos y edulcorados niños actuales? Posiblemente. ¿Hubo alguna torpeza en la gestión del ayuntamiento a la hora de valorar su contenido y puesta en escena? También. Pero de ahí a pasasr a la cárcel hay un trecho muy grande en el que la libertad de expresión ha sido brutalmente agredida. Y, al final, lo que cuenta, como decía ayer Enrique Corominas, es que "hay mil opiniones sobre el caso de los tiriteros y una sola verdad: que siguen en la cárcel". Por suerte, a día de hoy han sido puestos en libertad, pero las medidas cautelares tomadas con ellos, en un contexto de corrupción política extrema como la que vive España, nos siguen asombrando: la obligación de acudir al juzgado diariamente a firmar, la retirada de pasaporte y la prohibición de salir del país, mientras que la fiscalía pide que se mantenga su imputación por un delito de enaltecimiento del terrorismo. Quizá con un poco más de cultura general esta insensatez podría haberse evitado.
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