Puede que las ‘Cartas de la monja portuguesa‘ hoy no os suenen, pero cuando aparecieron por primera vez, en el París de 1669, obtuvieron una enorme popularidad. Se imprimieron veintiuna ediciones en seis años y se convirtieron en una referencia obligada para todos los lectores de la literatura galante.
Las ‘Cartas de la monja portuguesa‘ son un total de cinco misivas, donde la autora, una religiosa llamada Mariana Alcofarado, priora en un convento al sur de Portugal, se dirige a su amante, un oficial francés de nombre Noël Bouton de Chamilly, conocido por sus lides amorosas. Las cartas se enmarcan dentro de lo que sería la literatura amorosa, y, además, tienen una notable influencia de la literatura de amor cortés.
La literatura tradicional, sobre todo la de carácter popular, ya había dado voz a las penas de amor femeninas: recordad, si no, en el ambito hispánico, las jarchas o las cantigas de amigo galaicoportuguesas. Al mismo tiempo, estas cartas se emparentan con la lírica de amor cortés al presentar a un yo lírico totalmente enajenado, y un objeto de amor que es dueño absoluto de ese yo. Ese amado inalcanzable se esboza a través de las quejas y requiebros del yo, que también crea su identidad a través de la ausencia del amado. De hecho, la obra hubiera sido una de las más importantes de la literatura femenina de no ser por un pequeño problema con su autoría.
La obra gozó de total credibilidad durante siglos, pero hoy sabemos que estas cartas fueron con toda seguridad obra de Gabriel-Joseph de Lavergne, vizconde de Guilleragues, que vivió entre 1628 y 1685. Sea como fuere, lo cierto es que el autor de las cartas supo dotarlas de una gran verosimilitud, creando un yo lírico que oscila entre el arrebatamiento y la desesperación, entre la sumisión y el desdén a su amante, en unos bruscos cambios de humor que sólo el amor más intenso (y su rechazo) pueden provocar.
Hasta tal punto gozaron de predicamento estas cartas que crearon un nuevo subgénero en la época, las “portuguesas”, cartas femeninas, colmadas por una locura de amor irrefrenable a causa de lo esquivo de su obtención.
Aunque las cartas sean un modelo de pasión inflamada, nunca pierden la compostura. La lectura de Milo Manara va un punto más allá y nos obsequia con unas tórridas ilustraciones que imaginan a la monja entregada al éxtasis de la carne, con alguna que otra imagen algo polémica por cuanto incluye motivos religiosos. En todo caso, quienes conozcáis la obra de Manara (’El clic‘, ‘Giuseppe Bergman‘, su versión erótica de ‘El asno de oro‘…)
La edición de Zorro Rojo es, una vez más impecable: a lo bien facturado de la edición física (tapa dura, tamaño pequeño, buen gramaje del papel), se tiene que añadir los pequeños extras que suponen el epílogo del poeta alemán Rilke y la inclusión del texto original francés, así como algunas reproducciones de las primeras ediciones del libro. Una joyita de la literatura amatoria, sin duda.
‘Cartas de la monja portuguesa’
Mariana Alcofarado
Ilustraciones de Milo Manara.
Epílogo de Rainer Maria Rilke.
Traducción de Enrique Badosa.
Libros del Zorro Rojo, 2013.
Ed. en cartoné. 108 páginas. Edición bilingüe.
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